martes, 28 de junio de 2011

El amor es como nuestras lechugas

Hoy quiero contarles como nacio la idea del huerto que tenemos con el cabezón.  Hace casi un año decidí emprender un proyecto de vida.  En realidad no pensé que se fuera a realizar pero con unas cuantas macetas, unas pocos semillas y mucho amor empezamos a construir un huerto.   De pronto el Gabriel se fue involucrando en mi idea y se convirtió en el eje primordial para que yo siga adelante con la idea del cultivo sustentable.  Los dos pasabamos todas las tardes construyendo una compostera, buscando tierra, comprando semillas, sembrando, regando, en fin se convirtió además de mi enamorado en mi mejor amigo.

Los días pasaban y no podíamos esperar a ver las pequeñas plantitas que cuidamos tanto y tanto germinar fuertes y sanas y así poder trasplantarlas al huerto propiamente dicho.  En fín compartíamos tiempo hermoso, nos centramos en pensar e investigar temas verdaderamente importantes.  Supe esos momentos que él era la fuerza y el aliento que me faltaban.  

Cuando nacieron las pequeñas plantitas  sentimos una alegría indescriptible.  Teníamos regadas por las gradas de mi casa plantas bebes de rábanos, apio, culantro, pero las lechugas no salian y eso nos preocupó.  Después de un par de semanas más en los semilleros por fín aparecieron.

Aunque brotaron y crecieron casi al mismo tiempo no se veían muy fuertes, sus pequeños tallos eran muy delgados y delicados entonces decidimos tenerlas en el área de observaciones por unos cuantos días más.

Ya cuando parecían haber engrosado su tallo las sacamos al patio y las pasamos a las camas altas que les correspondía.  Al principio parecía que por el trajín del traspaso a las macetas se iban a morir. "Con tanto estropeo es más seguro que mueran", pensamos.  En realidad no depositamos mayores espectativas en las pequeñas  lechugas pero aún así las dejamos para ver como reaccionaban al cambio de ambiente.

Sorpresivamente a las dos semanas del cambio habían resucitado y se veían fuertes y hermosas.  No sobrevivieron todas pero por lo menos cuatro de casi veinte lograron llegar a ser unos hermosos repollos.

Durante el proceso de sobrevivencia de las lechugas había pensado ya en lo extraño que es amar y lo parecido que se me había hecho con el proceso de nacimiento y crecimietno de nuestras lechugas.  El juntar a dos mundos distintos requiere de una aceptación gigantezca.  Al principio la ilusión nos hace pensar que esos pequeños tropiezos que encontramos en el camino no causarán mayor problema, pero a medida que se va conociendo a la otra persona se debe decidir o tolerar esas diferencias o simplemente matar la relación.

Los problemas llegan uno tras otro, los defectos empiezan a salir y esa para mí es la prueba más grande que puede pasar una relación.  No se puede cambiar eso me quedó muy claro, pero si se puede buscar el bienestar del otro evitando lo que le hiera o le duela.  Además las mediaciones se hacen fundamentales especialmente si las personalidades que se han juntado son distintas.

Al igual que nuestras lechugas para que el amor dé frutos requiere de las ganas de vivir y de fuerzas para decidir tomar el reto de crecer individualmente y en conjunto por parte de los involucrados en la relación. Además como seres humanos tenemos la opción de terminar o seguir en la lucha constante de tolerar y amar al otro.

Yo por lo pronto seguiré tratando de entender el mundo y el pensamiento del Gabriel.