martes, 10 de mayo de 2011

Comiendo combustibles fósiles


La trampa mortal de la Revolución Verde

(Datos extraídos del artículo del científico Dale Allen Pfeiffer “Comiendo combustibles fósiles”)
La denominada Revolución Verde trasformó profundamente la agricultura mundial mediante su industrialización y mecanización. Entre 1950 y 1984, la producción de grano mundial aumentó en un 250%, y por tanto la energía disponible para nuestra alimentación. Esta energía adicional no procedía de un incremento de la luz solar anual que hace posible la fotosíntesis, ni de poner a cultivar nuevas tierras. La energía de la Revolución Verde fue proporcionada por los combustibles fósiles en forma de fertilizantes (gas natural), pesticidas (petróleo) e irrigación alimentada por hidrocarburos. Este cambio aumentó la demanda de energía de la agricultura en una media de 50 veces la energía invertida en la agricultura tradicional. Para hacernos una idea de la intensidad energética de la agricultura intensiva moderna, baste citar que la producción de un kilo de fertilizante de nitrógeno requiere la energía equivalente a litro y medio de gasóleo o que en los EE.UU. se necesitaban ya en 1990 más de 6 barriles de petróleo al año por cada hectárea agrícola productiva.
Sin embargo, debido a las leyes de la termodinámica, en el proceso agroindustrial hay una marcada pérdida de energía. Entre 1945 y 1994, la inversión energética en la agricultura aumentó 120 veces, mientras que los rendimientos de las cosechas sólo se multiplicaron por 90. Desde entonces, el coste energético ha continuado incrementándose sin un aumento correspondiente en la productividad. Hemos alcanzado el punto de los retornos marginales decrecientes: la Revolución Verde está entrando en quiebra energética y amenaza con arrastrarnos con ella.

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